viernes, 26 de diciembre de 2008

UNA CRÍTICA DE LA BIBLIOGRAFÍA SOBRE EL ROCK SUBTERRÁNEO POR EL HISTORIADOR FRANK HUAMANÍ

Revisando la web me encontré con este breve, pero no menos valioso, balance bibliográfico sobre la trayectoria del Rock Subterráneo. Mucho más importante aun es que su autor, Frank Huamaní Paliza, sea un joven historiador sanmarquino y autor de otros artículos sobre el mismo tema como: "El rock a través de la prensa oficial y la prensa subterránea en la sociedad limeña (1982 - 1985)", “Algunos apuntes a los estudios sobre el rock, discusiones y un esbozo de lo escrito e investigado” y “Un fansin - ante mundo alterna en Lima. Algunos apuntes sobre la sociedad limeña a través de los fanzines subterráneos (1985)”. El esfuerzo por comprender y rescatar un período fundamental de nuestra reciente historia musical avanza de un modo definitivo, ya no hay marcha atrás. Bien por ello.

Podemos disentir en algunos puntos: en primer lugar, el hecho de considerar «magistral» el tercer libro de Pedro Cornejo, creemos, es un exceso –aunque no podemos dejar de reconocer que se trata de una excelente introducción al tema, a lo cual podemos sumar que ha sido escrita por uno de los fundadores mismos de la movida–; y en segundo lugar, aquello que echa en falta en la obra de Daniel F. Frank tiene que reconocer que es producto, justamente, del carácter mismo del escrito pues hablamos de un testimonio de vida, no se trata de cualquier subte, ni tan solo de uno de los iniciadores, sino del músico mas influyente y trascendente de toda la historia del Rock Subterráneo (y creo que no hay que ser uno de tantos amantes o sobones del F para reconocerlo sino que basta con ser simplemente honesto; en otro momento, citaremos también a sus críticos). En todo caso, necesitamos de más textos como este para iniciar un debate.

LO ESCRITO Y DICHO SOBRE EL ROCK PERUANO: ALGUNOS APUNTES A SU ESTADO DE LA CUESTIÓN

Es muy poco lo escrito sobre el rock en el Perú, menos aun lo estudiado sobre el Rock Subterráneo en Lima. Pedro Cornejo en la parte final de su libro Juegos sin fronteras nos hace una pequeña aproximación al panorama rockero en el Perú, pero su análisis es muy escaso y la descripción poco coherente, pues los artículos que incluyen dicha publicación son recortes periodísticos y diversos ensayos publicados en los diversos diarios y revistas de la capital. Ocho años más tarde nos presentaría su magistral libro Alta tensión: los cortocircuitos del rock peruano, que es catalogado como el primer libro que se publica sobre rock en el Perú. Este texto es un excelente manual de aproximación al rock nacional, nos describe detalladamente los orígenes reales del rock en el Perú desde la década de 1950 hasta la actualidad, dándole así un vistazo general al Rock Subterráneo en Lima de la década de los 80 y 90. No obstante, los alcances que nos da dicha publicación son muy generales y con muy poca detalle y particularidad (exceptúa mucho el uso de fuentes).

Luego en el año 2001 la tesis de la PUCP de Juan Carlos Murrugarra, “Estética de lo precario”, nos describe el panorama rockero subterráneo a finales de la década de 1990. Analiza el discurso y estética subte utilizando las tesis tanto de García Canclini como de Pierre Bordieu, y ve como los actores subtes van en contra de las conductas establecidas y le imprimen un alto grado de sinceridad y peculiaridad a su conducta y, además, a la percepción que tienen de la sociedad. El autor también nos hace un recuento muy general de los inicios del movimiento subterráneo en la década de 1980, luego analiza las particularidades subtes de finales de la década de 1990 enfocándolo en tres grupos de música subterránea (Leusemia, Rafo Ráez, D'mente Común) complementándolo con el trabajo de campo y material heurístico diverso. Esta tesis nombra el discurso y particularidad subterránea con el adjetivo de “estética de lo precario”.

Posteriormente, tenemos la monografía, que se encuentra en el CEDOC de la PUCP, que lleva como título “El rock subterráneo en Lima”, que se publicó el año 1987 y que fue el primer estudio serio y científico que se hizo sobre el fenómeno subte en los 80. Este trabajo analiza críticamente la escena subterránea desde sus inicios centrándose específicamente en los años 86 y 87, para lo cual usa un extenso trabajo de campo (etnografía), además de material heurístico adecuado (fanzines, pasquines, revistas, periódicos, etc). En líneas generales, esta es una excelente investigación que fue llevada a cabo por cuatro estudiantes de la PUCP y es un gran esfuerzo por describir el fenómeno subte de la década de 1980. Lo malo es que se centra en 1986-87 que es la época en la cual el Rock Subterráneo está en franca decaída, pero esta apreciación no le quita mérito alguno a dicha publicación.

Otro de los libros fundamentales en la reconstrucción de la historia del rock es Los sumergidos pasos del amor, de Daniel Valdivia (vocalista del grupo Leusemia). Esta publicación nos hace un detallado, minucioso y completo alcance sobre los inicios y la historia en general del movimiento subterráneo en Lima. El autor no solo se limita al aspecto musical de la movida musical limeña, sino, también, al aspecto cultural y social de la misma (incluso nos da unos alcances generales de la movida subterránea en provincia). Este estudio es un gran ensayo donde se puede apreciar casi todas las generalidades del movimiento subterráneo en Lima. Una crítica al libro sería que se fundamenta, principalmente, en testimonios y vivencias personales y usa pocas fuentes científicas. Este detalle, en cierta manera, le quita rigurosidad al ensayo, pero no se puede dejar de mencionar la importancia que tiene dicha publicación.

Luego vienen diferentes artículos donde se analizan diversos aspectos particulares del movimiento subterráneo, por ejemplo Cesar Delgado Guembes, en su artículo “La pulsión del rock subte limeño”, nos hace una descripción de la música subterránea de la década de 1990 [y], a diferencia de Juan Carlos Murrugarra [en] “Estética de lo precario”, este autor utiliza las teorías de Nietzsche y Foucault para describir la conducta y melodías subtes, las cuales, afirma, siempre tienen un mensaje de trasfondo. Otro artículo es del antropólogo Giorgio Guibovich, cuyo título es “Construyendo ciudadanía desde los espacios del anonimato: la juventud y construcción de la conciencia ciudadana”, donde plantea que muchos jóvenes forman su conciencia ciudadana en los conciertos de rock y es a partir de allí que nace su concepción crítica hacia la sociedad. Luego está el artículo de Emilio García Vega, “La subterraneidad del rock peruano”, donde nos presenta una pequeña aproximación al panorama rockero subterráneo dentro del rock nacional. Describe de manera acertada los inicios del movimiento subterráneo, pero, otra vez, se cae en el facilismo de no citar las fuentes.

En general es muy poco lo escrito sobre el Rock Subterráneo en Lima, pero en los últimos 5 años se ha visto el esfuerzo e interés de muchas personas por querer construir y analizar de manera seria el movimiento subterráneo en la ciudad de Lima. Es poco, pero es un gran avance que nos permite conocer desde diversas perspectivas el movimiento subterráneo en Lima. Es necesario conocer en todas sus aristas dicho movimiento, ya que, constituye una piedra angular para entender en todas sus dimensiones nuestra sociedad peruana.

Fuente:
Histeria & Cultura (blog), may. 24 de 2008.

domingo, 2 de noviembre de 2008

«LOS MARGINADOS DE LA CIUDAD»: los HIPPIES y los SUBTES LIMEÑOS a través del ANÁLISIS SOCIOLÓGICO de LUIS MONTOYA (1992)

Los estudios sobre la movida subte no abundan, mucho menos los análisis de época. El texto que viene a continuación fue escrito por el sociólogo sanmarquino Luis Montoya Canchis, de la base 87, como parte de un texto mayor titulado El lado oscuro de la luna, con el cual se presentó y ganó la quinta edición del «Concurso de Ensayo en Ciencias Sociales», organizado por DESCO en 1992, siendo las “Visiones del Perú en los años 70 y 90” el tema propuesto para ese año. He aquí el índice de la obra:

Introducción
Una vieja y nueva generación juvenil
Los protagonistas: su pasado y su presente
- Las necesidades radicales de la juventud trabajadora
- Los varios colores de la juventud universitaria
- Los jóvenes migrantes en la tierra de todas las sangres
- Organizados y no organizados: de la comunidad al individualismo juvenil
- Los marginados de la ciudad
Un epílogo sobre actores que se siguen moviendo
Bibliografía

El «Chamán» Montoya, nombre con el cual era popularmente conocido Lucho (vean el por qué aquí), fue nuestro jefe de práctica del curso «Introducción a las Ciencias Sociales» ese mismo año. Recuerdo mucho sus clases y a los compañeros con quienes compartí el curso: subtes como Nico Morales, guitarrista de Eutanasia y uno de los que figura como entrevistado en el texto, y Freddy Malpartida, vocalista de Ráfagas. El Chamán buscaba motivar a los propios subtes de la Facultad –los alpinchistas de aquel entonces– a estudiar la movida desde cada una de las disciplinas académicas que habían elegido: la antropología, la sociología y la historia. Esperamos seguir cumpliendo con tu encargo, compañero.

LOS MARGINADOS DE LA CIUDAD


“No intento otra cosa que captar el aspecto de la
historia, en las representaciones más insignificantes
de la realidad, como si dijéramos en sus desperdicios”.

Walter Benjamin

Al intentar escribir sobre la juventud en el Perú, necesariamente se tiene que abordar las problemáticas centrales que involucran a la mayoría de los jóvenes, aquello que determina su vida o la marca cotidianamente. Pero, a la vez, también se hace urgente tomar en cuenta las vivencias particulares y de menor grado de generalización, los rasgos más tenues y menos claros en el cuadro de la ciudad, lo que Carlo Ginzburg ha llamado los indicios (1), al menos si deseamos poseer una imagen integral sobre su realidad. Es así que en esta parte quisiéramos presentar algunas ideas sobre las visiones que se crearon los jóvenes hippies, durante los setenta, y los punk, en los ochenta y noventa, expresando su necesidad de búsqueda de una identidad nueva y diferente, y en algunos casos alternativa a la que el orden social intentaba darles; una sensibilidad juvenil distinta, aunque poco difundida y limitada.

Desde los años sesenta y un poco antes, en nuestro país las brechas generacionales, al igual como se vivía en otras partes del mundo, comenzaron a manifestarse de una manera más evidente. Ciertos sectores juveniles urbanos, migrantes o ya asentados en la ciudad –de sectores populares, medios y altos–, comenzaron a manifestar un conjunto de expectativas nuevas que se reflejaron en la búsqueda de patrones culturales e ideológicos distintos, producto del proceso de modernización que había comenzado a vivir el Perú, con más fuerza, desde mediados de los cincuenta. El rock como expresión musical se convirtió en un referente de las nuevas sensibilidades juveniles urbanas, e inclusive se comenzó a asumir los intereses y los valores que la juventud defendía en otras partes: protestar contra la guerra y la inhumanidad de la sociedad capitalista, contra la marginación, y reclamar el derecho a la diferencia se convirtió en parte de esto. Vietnam, acechado por el imperialismo norteamericano, produjo en las mentalidades juveniles la protesta desde la perspectiva de la izquierda; pero también el rechazo desde la óptica de los hippies. La búsqueda de la paz y el vivir en comunidad, eran parte de la propuesta y crítica al orden social, violento e individualista. Aún está fresca la imagen de Herbert Marcuse en el recuerdo de la juventud hippie.

En una entrevista a César, artesano desde comienzos de los años setenta, nos diría: “En ese tiempo las matinales fueron el lugar más importante para la juventud; el cine Excelsior se llenaba de gente […], nos juntábamos ahí porque queríamos escuchar música, sentirnos libres, protestar contra la desigualdad y la opresión, imaginar un nuevo mundo en paz, amor y libertad […], esto llevaría a más cosas a algunos, por ejemplo, a sentir la necesidad de leer e informarse más sobre todo lo que pasaba y por qué pasaba. Ahí, por ejemplo, se hablaba de las ideas de Marcuse, de Marx y los anarquistas, de Gandhi; pero también de los Beatles, de Bob Dylan y Jimi Hendrix […]”. En parte este movimiento juvenil era principalmente sociocultural y se expresaba a partir de lo que algunos –como Melucci– han llamado el escenario de la vida cotidiana, poniéndose como objetivo su democratización y la construcción de códigos culturales nuevos (2).

La «Nueva Ola» sirvió de denominación general a este período musical en nuestro país, marcado por el surgimiento de varios grupos rockeros, pero esta denominación ha sido resultado principalmente del sentido común, escondiéndose detrás de ésta un conjunto de complejos fenómenos que no han sido analizados debidamente. Una vez más Cesar volvería a manifestarnos: “En ese tiempo surgieron los clanes, ya que cuando ibas a la «matinal», no ibas solo, sino como parte de tu clan, cada uno tenía su nombre aunque habían dos tipos principalmente: los clanes de los «achorados» y los clanes de los «locos», de éstos saldrían los hippies […]. Los achorados eran los matones, los que venían de Barrios Altos, Breña, del Callao; andaban con sus cuchillos y querían divertirse solamente. En cambio, los locos eran gente de mi barrio en la avenida Perú, de otros distritos pero que empezaban a darse cuenta que no todo era diversión sino que había un proyecto, una forma de vida”. El hippismo representaba una forma de vida, y aún es posible observar en diversas calles de varias ciudades a los artesanos alambreros o de cuero, mostrando su trabajo diariamente. César mismo es una persona de 40 años que empezó en todo esto de muy joven. ¿Por qué continúo? ¿por qué no abandonó esta forma de vida? Son muchas las respuestas posibles pero lo que resalta es que para él formar parte de ese movimiento fue asumir una forma de vida, una actitud frente a su futuro.

El conjunto del mundo juvenil de esa época sería influido por una serie de factores. Hemos visto cómo el comportamiento de varios de éstos se iba articulando en torno a la música y a las llamadas «matinales», que se convertían en los espacios de encuentro y búsqueda de identidad, o de “construcción del nosotros”, como ha sugerido Pablo Vila en el caso del rock argentino (3). A su vez, de acuerdo a las palabras de nuestro entrevistado, se podía percibir que este proceso no tenía un carácter uniforme sino que, más bien, la diferenciación en su interior se manifestaba. El cuadro se completaría con otro de los factores ya mencionados, es decir el surgimiento de las bandas y grupos de rock. Marcos, otro artesano de la época, relataría: “En ese tiempo surgieron varios que tocaban y que querían expresar sus sentimientos, los Saicos, los Drags, los Shains, los Yorks, que eran los más salvajes y marginales, claro junto a los Saicos; todos ellos tratarían de mostrar su música y la gente los apoyaba, porque los sentían como suyos”. Sentirlos como suyos, como parte de un mismo cuerpo, era un proceso complejo que maduró lentamente, ya que requirió que se formara una identidad colectiva, aunque no definitiva sí con un nivel relativo de referencia común hacia ciertas cosas que se compartían. Para Marcos todo esto dio su salto cualitativo a partir de la recuperación de lo que él llama lo andino, por uno de los grupos musicales más importantes dentro de la juventud hippie, que fue el símbolo de todo ello: El Polen. “Cuando los hermanos Pereyra arman El Polen, se recupera algo que era importante: nuestra cultura; se comienza a buscar nuestras propias raíces, nuestra identidad […]. Además, El Polen fue el signo de los nuevos tiempos porque ellos eran hijos de músicos profesionales, de gente de plata; pero, sin embargo, se pusieron a tocar música de los Andes, de campesinos, y no para turistas sino, más bien, para las criadas y los pobres. Los Polen tocaron en coliseos y demostraron que no había por qué tener vergüenza de decirse cholo o que uno venía de la sierra, eso todos lo asimilamos”.

Pero no sólo el discurso indigenista estuvo presente, ya que convertirse en hippie era asumir una forma de comprender el mundo, darle un sentido a la vida. César nos contaría por qué formaría parte de este movimiento: “Yo empecé en las matinales, pero cuando ingresé a la universidad a comienzos de los setenta, leí algunos textos y me di cuenta de que mi camino estaba por el lado de la libertad. Yo no me iba a someter a las normas y a perder mi identidad; entonces abandoné todo y me fui de mi casa pasando a integrar una comunidad […]. En una comunidad se vivía como los primeros cristianos, es que se tomó mucho de la onda mística y del cristianismo, había que estar bien con la naturaleza”. Hasta aquí sus palabras muestran lo que podría denominarse como inadaptación a la vida social, llevando a asumir la necesidad de buscar un espacio diferente dónde y con quién socializarse. Pero César seguiría: “No sólo se tomó ideas de los místicos, sino también del anarquismo. Es difícil encontrar un solo hippie que no sea anarco y es que tienes que empezar a conocerte a ti mismo y cambiar tú, si quieres cambiar al mundo […]. Pero también está la cuestión social; había que protestar contra la alienación de la sociedad de consumo que no te dejaba ser tu mismo; los jóvenes asumían ese papel porque los obreros no eran nada, todos estaban bien vestidos y con sus relojes bien puestos. Yo te puedo decir que en los setenta ser obrero era estar bien pagado porque yo mismo trabajé así y con lo que ganaba ayudaba a mis amigos. A las cinco de la tarde, la Colmena se llenaba de ellos, como abejas caminaban y nos miraban por nuestro cabello largo y ellos mismos nos marginaban, es que ya se habían integrado…”. Y es que tal vez en el caso de este movimiento juvenil la integración a la sociedad era lo que menos se buscaba, ya que el grueso de sus exigencias cuestionaban la mayoría del ordenamiento social, las bases mismas de su constitución. Es decir, estamos ante un conjunto de actitudes juveniles que no se ubican dentro de los marcos de la sociedad sino que salen o intentan salir de ésta.

Justamente uno de los aspectos más complejos dentro del conjunto de los comportamientos juveniles exhibidos por el hippismo, algo así como la situación límite, sería el significado del consumo de drogas en la vida de muchos de ellos. Como Miguel manifestaría: “Con unas cuantas flores preparabas un balde de buen floripondio, que alcanzaba para varios tragos. Después venía lo mejor, te sentías en otra dimensión, con otras gentes, bien contigo mismo”. Se trataba de encontrar una identidad que no estaba aún definida y que llevaría a comprender el real sentido de la existencia, principalmente individual. En ese proceso se recurría a las drogas o las prácticas místicas, tomadas de religiones o corrientes esotéricas. Marcos agregaría: “Se caminaba en largas jornadas hasta Marcahuasi para sentir varias cosas. Yo al menos lo hacía para entrar en comunión con el universo, con la naturaleza […]. Otros simplemente se prendían, con hierba o flores, e inclusive utilizaban el San Pedro para experimentar una sensación nueva”. Esta compleja realidad muestra diferentes códigos culturales y “sentidos de la vida”, que guardan esencialmente una actitud de negación o de negatividad frente a la estructura social dominante, frente a sus mecanismos de control y reproducción. Se puede decir tal vez que por lo expuesto no existen nuevas relaciones sociales, sino más bien un proceso de desestructuración, de anomia. Miguel nos diría: “Algunas veces estoy harto de mi vida y me entra la depresión, no me siento bien estando en la calle vendiendo todo lo que con tanto trabajo creo; reconozco que hay bastante inseguridad y me siento mal. Pero, ¿qué hacer? Sólo seguir adelante”. Su vida no encontraría entonces mucho sentido, no habría nada nuevo. Una vez más, cuando la inseguridad apremia, sería difícil sentirse realizado. Sus palabras guardarían algo de pesimismo y de incertidumbre, más aún si volvemos a escucharle: “Cuando me siento mal pinto […], y como tenía varios cuadros intenté una vez presentar mis pinturas en la Municipalidad de Miraflores, pero no me dejaron porque dijeron que no tenía currículum vitae; imagínate, pedirle a un marginal currículum vitae. Pinto bien y no me vendo al sistema, ya encontraré otro lugar donde exhibirlas, sé que en este país no hay esperanza”. Pero no sólo Miguel pensaría así, también Marcos y César, todos coincidirían en señalar que en el Perú no habría esperanza y lo único que queda es el extranjero. Marcos agregaría, al preguntarle sobre su futuro, que: “Yo no pienso en ello, ya que aunque no es estable mi presente, tengo determinado irme a vivir afuera, y lo voy a hacer de todas maneras”.

Sus voces y sentimientos mostrarían su inconformidad con el país, inconformidad que no sólo se habría desarrollado desde los años setenta o antes, sino que también un poco después. Tilman Evers ha sugerido que los nuevos movimientos sociales representan principalmente expresiones socioculturales antes que políticas, y que su potencial está basado en la creación y experimentación de nuevas relaciones sociales (4). El problema a determinar es si los comportamientos vistos anteriormente representan formas de relación en donde se distinguen actitudes alternativas a las que son dominantes. Lo central, sin embargo, parece ser que el origen de estas prácticas está directamente relacionado con el problema de la descomposición de los patrones ideológico-culturales dominantes hasta antes del período de crisis de la modernización capitalista –en términos de Aníbal Quijano– (5), produciendo una serie de procesos nuevos de definición y de redefinición de las identidades colectivas.

Pero estos comportamientos juveniles no sólo se expresarían durante los setenta, sino que años después, a mediados de la década del ochenta y noventa, surgirían prácticas juveniles de igual o mayor grado de marginalidad, en el sentido de que se ubicarían fuera de los marcos ideológico-culturales dominantes. Existiría la necesidad de formar un “circuito alternativo”, una corriente underground, subterránea, como los mismos jóvenes participantes de esto afirmarían. A partir de mediados de los ochenta, la crisis producto de la aplicación de las políticas económicas neoliberales del segundo belaundismo provocaría que la pobreza alcance a ciertos sectores dentro de los estratos medios, provocando una radicalidad que se manifestaría una vez más mediante el arte. Es así que los jóvenes de estos sectores, que habitaban barrios tan diferentes, pero con iguales condiciones de vida, como la Unidad Vecinal de Palomino o las zonas pobres del Rímac, conformarían grupos de rock que encontrarían en el punk una de sus principales referencias y en el hardcore su identidad. Se trataba de romper y generar una postura crítica frente al gusto musical dominante que era principalmente orientado en términos comerciales, es decir, aparecerían los primeros grupos de Rock Subterráneo. Como diría Nico, un joven músico:”Se trataba, en primer lugar, de dar una alternativa real a la música comercial que era transmitida por radios y los demás medios de comunicación, la cual había perdido la esencia misma, contestataria y rebelde del rock. Pero también otro aspecto que se recuperaba era la cuestión de interpretar ésta música en tu propio idioma, posibilidad que poco se había tratado de difundir”.

Pero en su interior, las canciones compuestas por los diferentes grupos evidenciaban planteamientos expresados con beligerancia y que guardaban una crítica social radical. Uno de los primeros grupos, Leusemia, quizá el más importante, diría en sus letras: “Gentes desoladas que no habitan en un mundo de idiotas y de grandes fantasías […]. Gentes dispersadas en suburbios y cloacas, prohibiciones, frustraciones y miseria social […]. Gente subterránea, vida diferente / no creen en nadie, sólo son rebeldes / Mira a tus costados, tombos en las calles / gente putrefacta, ciudad decadente” (6). Sus melodías, al igual que sus composiciones escritas, estaban cargadas de una importante fuerza de protesta contra un orden social “decadente”, como ellos sostenían; pero, como vemos igualmente, se afirmaba una identidad propia, el “ser subterráneo”, lo cual llevaba a asumir –como en el caso del hippismo– una visión de realidad, valores y códigos propios, compartir inclusive un diagnóstico de lo que pasaba. Otro grupo, Sociedad de Mierda, confirmaría esto con su canción «¿Qué Patria es ésta?»: “¿Qué mal tiene el Perú? –empezaba preguntando–. Si contestar no puedes tu, te lo diré pero recuerda: ¡tiene un sociedad de mierda! ¿Qué Patria es ésta? Donde un ser humano es igual a un perro, si no es explotado es desocupado / si no es desposeído es marginado. […] Donde la economía es dependencia, donde la salud se comercia, donde la juventud sin futuro está / donde la justicia nunca llega, donde fiscal y policía roban por igual, militar y terrorista exterminan por igual […]” (7).

El horizonte cultural que en parte guiaba la mayoría de las reflexiones y creaciones de los jóvenes subterráneos estaba ligado a propuestas anarquistas. La vestimenta generalizada entre la gente de la «movida», como comenzaban a autodenominarse, eran ropas de color negro; y las principales lecturas estaban orientadas hacia el conocimiento de los textos de Proudhon y Bakunin, junto a González-Prada. La declarada filiación anarquista puede verse en sus fanzines, elaborados y difundidos artesanalmente, en sus afiches de publicidad de conciertos y en las declaraciones que daban, donde las ideas de autonomía y autogestión resaltarían desde el primer momento. Uno de los primeros manifiestos será justamente dirigido en este sentido: “La representación –dicen ellos– no es más que otra forma de renunciar a aquello que es lo último que debe perderse: la Autonomía. Y precisamente es aquello que uno no puede delegar en otro, si no quiere perder su identidad, que es lo más auténtico y espontáneo que posee” (8). Principalmente se pondrá bastante peso en la idea de autogestión como medio para afrontar las necesidades y donde confluirán la mayoría de grupos. Pablo, otro subterráneo, manifestaría: “Se realizaba un concierto en la medida que todos colaboraran y trabajaran conjuntamente, con nuestros propios recursos, con nuestra propia capacidad de organización, de realizarlo”.

Aunque sería exagerado proponer que era un movimiento juvenil anarquista, muchos de los participantes se comenzaron a identificar con el discurso político que se tejía en torno a la autogestión, la autonomía y la negación de los mecanismos de representación política. Pero principalmente aparecía la necesidad de tocar y hacer música. “La propuesta de la «movida» era que cualquiera podía tocar, no había que ser un virtuoso, simplemente agarrabas tu guitarra y le dabas adelante […]. Yo no sabía nada de música, sólo tocaba y ya. Una vez me dijeron que por qué sólo agarraba una cuerda en la guitarra y contesté que no sabía, entonces me enseñaban y aprendía a agarrar dos cuerdas” –como una vez más Nico nos diría–. Es así que en la explicación introductoria del fonograma del grupo Eutanasia se hablaría: “De que se juntan en su propuesta musical tres cosas: conciencia, instintos y actos. […] Somos una barricada, trinchera del punk rock, una lucha frontal al sistema podrido y agónico, esto es parte de la confrontación milenaria de nuestros ancestros: América Inka y universal, buscamos el cambio, la revolución total […]” (9).Una vez más aparecería como lo central el movimiento sociocultural antes que lo político en términos partidarios, la búsqueda de una identidad que se afirmaba en el enfrentamiento con un oponente definido: el orden social.

Para Kike y buena parte de la movida subterránea se trataba de: “Rechazar, boicotear, oponerse organizadamente a la industria de la enajenación sistematizada”, lo cual en cierta forma planteaba un comportamiento violento y cargado de un “sentimiento de agitación”. A diferencia del hippismo, en donde uno de los valores centrales era la paz o el pacifismo militante –en términos de Noam Chomski–, ahora, en cierta forma, la lucha y la radicalidad aparecían como nuevas expresiones. Sin embargo, hay que aclarar que el grueso de la propuesta levantada por la mayoría de grupos subterráneos era de deslinde con la vía armada. Radicales tendría una canción en donde se diría: “¡Fuera! imperialismo, corrupción / ¡Fuera! Autoridad, represión / ¡Fuera! milicos de Mierda / ¡Fuera! terrucos de Ayacucho […]”. Su deslinde con la violencia armada sería clara; sin embargo, su protesta seguiría siendo orientada contra el orden social, expresándose con fuerza y vehemencia, una vehemencia que inclusive estaría presente en diferentes momentos de la vida misma, una percepción crítica, negativa.

Cuando le preguntamos a Nico sobre cómo veía el futuro, nos dijo que lo consideraba como algo que venía simplemente, como algo normal. “Ahora yo pienso estudiar en la universidad, me estoy preparando. Algunos me dicen, especialmente en mi casa, que he perdido tiempo estando en la movida, han sido siete años que he desperdiciado. Pero eso es falso, ya que la movida es algo que me enseñó muchas cosas; estos siete años, aunque pesan, fueron muy importantes para mi vida. Ahora ha pasado el tiempo y no soy tan chiquillo como antes, y sé que para obtener ciertas cosas mínimas como un lugar donde quedarme o comer, vestirme, es imposible afrontarlo con un empleo tan inestable como el que tengo, vendiendo libros en la calle. […] Tal vez mis ideas han cambiado un poco desde que Eutanasia, el grupo donde tocaba, se desarmó, y estoy seguro de que éstas cosas no me preocuparían tanto si siguiera tocando, ya que cuando formabas parte de la movida eso se convertía en tu vida”. Asumir una identidad, un conjunto de valores propios, un “sentido de vida”, es poseer certidumbre y seguridad en los actos cotidianos. Cuando todo esto deja de tener la centralidad que antes tenía, se comienza a confrontar nuevas situaciones que merecen una nueva visión mas detenida sobre las cosas e inclusive se incorporan preocupaciones que antes no eran centrales. Para Pablo, igualmente, el futuro se convertiría en algo que está ahí y se presenta amenazante: “Para mí lo que viene esta cagado, es incierto, no hay ningún tipo de seguridad para ningún joven en este país de crisis”.

La crisis social una vez más aparecería como el fantasma que persigue y devora las expectativas juveniles, colocándolas en una situación de inestabilidad e incertidumbre; pero que no limitaría su vida sino más bien la llevaría a asumir la tarea de crear diferentes códigos culturales, dándoles cuerpo a través de un discurso expresado mediante el arte y una actitud frente a la vida, cargada de un carácter negativo y crítico. Acaso como ellos mismos lo manifiestan en una cita de Charles Bukowski, utilizada como ideario: “Siempre he admirado al villano, al fuera de la ley, al hijo de perra. No aguanto al chico bien afeitado, con su corbata y su buen trabajo. Me gustan los hombres desesperados, hombres con los dientes rotos, y mentes rotas y destinos rotos”.

NOTAS

[1] Carlo GINZBURG, “Morelli, Freud y Sherlock Holmes: indicios y método científico”. En: Hueso Húmero (Lima), Nº 18, p. 5, 1983.
[2] Alberto MELUCCI, “Los movimientos sociales y la democratización de la vida cotidiana”. En: Imágenes desconocidas. La modernidad en la encrucijada postmoderna, p. 56, Buenos Aires, CLACSO, 1990.
[3] Pablo VILA, “Rock nacional. Crónicas de la resistencia juvenil”. En: Elizabeth Jelin (comp.), Los nuevos movimientos sociales, t. 1, p. 84, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1985.
[4] Tilman EVERS, “La faz oculta de los movimientos sociales”. En: Punto de Vista (Buenos Aires), Nº 28, p. 38.
[5] Aníbal QUIJANO, “Poder y crisis en América Latina”. En: Páginas (Lima), Nº 102, p. 47, 1991.
[6] Varios, “Vol. II” (fonograma). La Nave de los Prófugos Producciones, Lima, 1985.
[7] Idem.
[8] Ponciano ÑIQUE, “Análisis de sangre”. En: Circuito Alternativo (Lima) Nº 1, 1984.
[9] Eutanasia, “¡Sentimiento de agitación!” (fonograma). Lima, 1990.

Fuente:
El lado oscuro de la luna: las percepciones de los jóvenes en los 70 y 90. Lima: DESCO, Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo, 1992; págs. 57-65.

miércoles, 1 de octubre de 2008

COCÓ REVILLA, IN MEMORIAM

Cuatro meses nos separan de la reedición que hicimos de "10 canciones con las que me hice subterránea", artículo-testimonio publicado por Jorge Luis «Cocó» Revilla el año 2005. Un instante, apenas, y ya los medios nos traen la noticia de su cruel asesinato durante la madrugada del domingo 28 en Madrid. A nuestro manera, queremos recordarlo iniciando con «la Cocó» una nueva sección del blog dedicada, justamente, a homenajear para que la memoria no se pierda a los subtes que no están más con nosotros pues, como bien dijo Martín Roldán en su blog, "[...] ella o él, como prefieran, es un subte más que se va. Y así como Kilowatt, el Omiso, Edwin Zcuela y otros… la Cocó ya es leyenda".

El reportaje que viene a continuación fue realizado por Patricia Ortega Dolz y publicado en un uno de los
diarios más importantes e influyentes de España.

LA NOCHE INFINITA DE COCÓ CIELO
AMIGOS REPASAN LA VIDA DEL PINCHADISCOS ASESINADO EL DOMINGO EN SU CASA
Decir Cocó Ciëlo en Madrid puede no significar nada para muchos, pero significa mucho para otros. Ese nombre suena a pop electrónico, a experimento, a performance, a extravagancia, a cultura de club, a un ser tan ambiguo como reactivo e inquieto, tan amado como odiado, a noches convertidas en largos días de fiesta, a creaciones artísticas multidisciplinares, a drogas y a sexo, a un grupo llamado Ciëlo y a otro llamado Silvana. Suena a locales como el Maravillas de principios de los noventa, al Galax (ahora Nasti), al Coppelia 101 (ahora Lou) y, más recientemente, al Soma (en la calle de Leganitos) y al StarDust de la sala Cool. Suena a sitios como el Oui (Cervantes, 7) y a una casa (la suya) convertida en after para no parar, un lugar para aquellos que confiaban en que la noche trae consigo siempre una oportunidad... Todos lugares de la cultura underground madrileña, de música independiente, de experimentación y creación conjunta. En todos ellos, y en el trasiego de uno a otro, se forjaron y se diluyeron la persona y el personaje, allí y así el pinchadiscos peruano Jorge Revilla, de 40 años, se convirtió en el Cocó Ciëlo que todos recuerdan hoy. Así, un hombre convirtió su vida en su obra de arte perfecta, un hombre convencido de que podía crear la realidad en la que él creía.
El domingo, de madrugada, alguien acabó con todo eso y con esas tremendas ganas de comerse el mundo, que recuerdan ahora los que le conocieron de cerca. Fue en uno de sus sitios preferidos: su propia casa. Muchos se enteraron por los titulares de la prensa de ayer. Las llamadas y los mensajes incrédulos corrieron de un móvil a otro de amigos y conocidos, entre la Cocopandi que llamaban algunos al grupo de gente que le acompañaba. Algunos blogs dedicados a la escena cultural madrileña estaban de luto. "Han asesinado a un creador, a alguien joven con talento, a un ser libre y auténtico que convirtió su vida en un statement de coherencia en su carrera musical y trayectoria personal. Cocó, un beso allá donde estés y hasta pronto", se leía en el blog del comisario de arte independiente Javier Duero. Nadie daba crédito a una muerte tan repentina como violenta y sangrienta: "Cosido a puñaladas", titulaban los diarios. Envidias, celos, delirios de un mal éxtasis...
Cocó empezó su andadura en la escena musical peruana. Entonces lo llamaban "Rock Subterráneo" en Lima, su ciudad natal, y era algo así como el equivalente al punk de la época. "Eran unos adolescentes llenos de ganas", cuenta José Salas, uno de sus mejores amigos en Madrid. Eran los tiempos en los que Cocó y Mario, su socio y compañero de vida, se sentaban en la plaza de al lado de la casa de Cocó a soñar: "Pensábamos en ser músicos, en ser famosos, en huir de la dictadura que atenazaba nuestro país y nuestras ganas de triunfar", contaba ayer Mario, ya Mario Ciëlo, todavía en estado de shock y nada más salir de prestar declaración ante la policía.
"Él decidió primero irse a Italia, donde tenía familia, pero no cuajó. Yo me fui a Ginebra, porque yo hacía fotos, y, al final, me convenció para que empezásemos juntos en Valencia", recuerda su socio. Corría 1988, y Cocó había llegado a España tras un fugaz paso por Alemania: "Siempre con ganas de ampliar horizontes", asegura su amigo y compatriota, Aldo Linares. Berlín sería una ciudad donde siempre tendría una gran acogida.
Ya en Valencia, Cocó y Mario compraron sus primeros instrumentos y sus primeras pistas. Y crearon Silvania. En 1991 ya tenían su primer disco de la mano de la discográfica de Luis Calvo (Elephant), uno de sus padrinos. "Se convirtió en primer disco del mes en Cadena 100", recuerda Mario, emocionado. "Era lo más, éramos tan jóvenes y nuestro sueño se hacía realidad...".
El director del Festival de Benicàssim (FIB), José Morán (luego también un gran amigo de Cocó), les dio la oportunidad de participar en la primera carpa chill out que montó en el FIB. Después dieron el salto a Madrid. "Estábamos cansados de Valencia, se nos quedaba chico y, además, no nos gustaba el bakalao".
En 2000 vuelven al pop y crean Ciëlo, el grupo que les dará su apellido. Un nombre que viene de una versión de un grupo muy popular peruano de la conocida canción Sunny. Y así fue como se hicieron un hueco en el panorama musical madrileño: una extensa discografía de más de diez álbumes que abarca desde el shoegazing pop hasta el ruidismo experimental, pasando por el minimal techno, el ambient y, finalmente, el pop. En todo ese tiempo, Cocó nunca dejó de pinchar. La semana próxima le esperaban en Tarragona.
Ahora, de hecho, entre sus proyectos, como uno unipersonal llamado Antártica, prevalecía la idea de hacer una gira latinoamericana, según asegura Mario. "Fue de eso de lo que estuvimos hablando el último día que le vi con vida", cuenta. "Yo, que hace año y medio que no hago música porque ando peleado con las discográficas que no nos pagan, le dije que tenía un nuevo disco en la cabeza, mientras le ayudaba a colocar unas cosas en el estudio de casa, y él, como siempre, potenciando la ilusión de los que estábamos de su lado, rápidamente comentó lo de la gira".
Y, sí, había bandos. Estaban los que estaban de su lado y los que estaban en el otro lado. "Era una persona muy visceral, tan coherente como estricta, por eso se le amaba o se le odiaba", asegura su amigo José Salas. "No soportaba las medias tintas ni la indiferencia, y no dejaba que nadie quedase indiferente. Jamás quiso entrar en los canales de distribución musical. Su personalidad no tenía mucho tirón comercial", explica. "Esa manera de ser ha cultivado amistades tan profundas como enemistades", asegura.
Algunos de los que empezaron con él el viernes pasado se fueron de su casa el sábado a las ocho de la tarde, cuando todavía quedaba allí gente. Su asesinato se produjo unas horas más tarde, en la madrugada del domingo.
Los de "su bando" aseguran que Madrid ha perdido color y belleza. Creen que se ha ido un promotor de la ilusión, un catalizador de muchos músicos. El viernes ya no actuará en el StarDust del Cool y ya no habrá más fiestas, mensuales e itinerantes, con el nombre de su canción Vuélvete underground. La del domingo fue la noche infinita de Cocó Ciëlo.
Fuente:El País (Madrid), set. 30 de 2008 (ed. electrónica). La fotografía fue tomada del mismo reportaje.

martes, 19 de agosto de 2008

FALLECIÓ CONSTANTINO CARVALLO, PROMOTOR DE CONCIERTOS SUBTERRÁNEOS EN EL COLEGIO «LOS REYES ROJOS»

No tuve la suerte de conocerlo ni de ser su alumno. Sin embargo, y más allá de los homenajes póstumos que viene recibiendo como el educador valiente y renovador que fue, y como miembro del Consejo Nacional de Educación, quiero recordar en estas líneas a quien, como director-fundador del Colegio «Los Reyes Rojos» de Barranco, no dudó en brindar desinteresadamente el local de su institución para que un buen número de bandas de Rock Subterráneo organizaran ahí, durante toda la segunda mitad de la década del 80, memorables conciertos que hoy forman parte fundamental de la historia del rock peruano junto a otros tantos realizados en locales legendarios como la «No Helden», la «Jato Hardcore», «Magia» o «El Hueco».

Uno de los aspectos que más limitó la organización de los conciertos subtes fue siempre la falta de locales donde tocar en vivo. Hablamos de una época en la cual, prácticamente, no existían los bares que desde mediados de los 90, y hasta el día de hoy, cumplen dicha función. Sólo si recordamos este punto crucial estaremos en condiciones de valorar el gran aporte de Constantino Carvallo Rey al desarrollo de nuestra
movida subterránea.

Gracias por la lección y la labor cumplida, maestro. Nunca lo olvidaremos.

jueves, 31 de julio de 2008

JOSÉ EDUARDO MATUTE Y SU REPORTE SOBRE LA MOVIDA SUBTE EN UNA REVISTA YANQUI (1985)

Tenemos aquí el reporte sobre la escena subte peruana enviada en 1985 por Matute, guitarrista de Guerrilla Urbana la misma que formó parte del histórico grupo de bandas fundadoras del Rock Subterráneo limeño junto a Leusemia, Narcosis, Autopsia y Zcuela Crrada a la famosa revista Maximum Rock'n'Roll de la ciudad de San Francisco (Estados Unidos).

La nota nos traslada a los primeros dos años de la movida, con sentidos comentarios sobre las bandas existentes y el espíritu que animaba a los subtes, el por qué estos no se consideraban a sí mismos «punks», el famoso concierto «Rock en Río Rímac», la próxima aparición de la hoy clásica maqueta «Volumen 1» la segunda en ser editada tras el «Primera dosis» y el generalizado rechazo a la guerra sucia desatada por el Estado peruano contra el terrorista Partido Comunista del Perú «Sendero Luminoso». El texto habla, también, de los tempranos contactos entablados por los miembros de Guerrilla Urbana convertidos en Ataque Frontal desde 1986 con diversos medios de prensa y disqueras independientes del primer mundo, al punto de convertirse, en pocos años, en la banda peruana más editada en el resto del mundo durante la década del 80.

El texto original y su traducción fueron proporcionados por el Chino Jarkor, editor del blog Memorias en Kbps y coeditor del Madruguemos al Tibu.


PERU

Este es el primer reporte que escribo para Maximum Rock'n'Roll, me gustaría contarles qué es lo que está pasando aquí en Lima. A partir del año pasado un nuevo movimiento se ha iniciado en nuestra ciudad. Este movimiento está conformado de bandas punk (como LEUSEMIA, NARCOSIS, ZCUELA CRRADA, GUERRILLA URBANA, KOLA ROCK, AUTOPSIA y VALIUM), gente que hace fanzines (Alternativa, por Fernando Vial), pintores y amigos.

No somos muchos, quizás cincuenta más o menos pero trabajamos juntos muy de cerca. No somos punks, este no es un movimiento punk. Tenemos una actitud punk y anarquista hacia el sistema pero no somos punks porque nuestra realidad es diferente a la realidad de un punk en otro país. En nuestro grupo hay gente de todas las clases sociales, de diversas realidades pero un sentimiento de rebelión contra cualquier poder sobre nosotros nos une. También nos rebelamos contra las bandas que imitan, contra las que cantan en inglés aquí y en general contra todo lo que no es auténtico y es mediocre. Estamos unidos por un verdadero sentimiento de honestidad, de autenticidad.

Pongo énfasis en el comentario de que no somos punks ya que la gente que va a los conciertos y los medios nos llaman punks. Por ejemplo, una muy conocida revista dijo recientemente: “Los punks versus la policía”, mencionando un concierto donde la policía interrumpió a una banda en medio de una canción ya que estos sintieron que las letras eran “subversivas e insultantes”. La letra dice en parte: “Sucio policía, actúas por conveniencia, defiendes la decadencia, abusas de tu autoridad porque en la otra mano llevas la pistola”. Ese concierto terminó con disparos y tuvimos que escapar.

Nuestra banda GUERRILLA URBANA tocó en ese concierto, como también lo hizo NARCOSIS (quienes fueron interrumpidos). Ellos han editado un cassette autoproducido, el primero en el Perú. Nuestra banda, junto con LEUSEMIA, AUTOPSIA y ZCUELA CRRADA, va a hacer lo mismo. Nuestro movimiento está creciendo rápidamente y estoy seguro que en menos de un año éste será grande. Mi objetivo, como el objetivo de los demás muchachos, es crear y vivir en una comunidad autónoma y anarquista donde las relaciones personales puedan ser auténticas. Esto no es imposible y puede ser alcanzado trabajando duro, permaneciendo lúcidos y con unidad.

El flyer reproducido aquí se llama “Fosa Común”, que significa un hueco profundo en la tierra donde los soldados arrojan a los terroristas muertos y los terroristas hacen lo mismo con los soldados que ellos matan. Esto ocurre porque nuestro país esta en medio de una guerra civil.

Fuente:
Maximum Rock'n'Roll (San Francisco), Nº 27, ago. de 1985 (web de la revista en la actualidad).

domingo, 27 de julio de 2008

ALFREDO MÁRQUEZ Y LOS ARTISTAS SUBTES (2007)

Uno de los temas que motivaron la creación de este espacio fue la difusión de aspectos de la movida del Rock Subterráneo que se desenvolvían de modo paralelo a su escena musical. Como primera entrega presentamos una reflexión tomada del blog de Lucía a partir de la obra y la trayectoria de Alfredo Márquez Espinoza (n. 1963), uno de las más importantes artistas plásticos de la movida subte.

Alfredo Márquez es un destacado artista visual con referentes vinculados al lenguaje pop: «pop achorado», «pop huayco» y aquellos movimientos generados en esa perspectiva desde los 70 y 80. Sus proyectos giran en torno a la recuperación de la memoria desde una visión crítica en la que conjuga la imagen y la palabra, estableciendo una línea conceptual y social, apropiándose de referentes e íconos culturales del pasado histórico y contemporáneos.

Márquez es un artista autodidacta con formación en arquitectura procedente de la Universidad Ricardo Palma y ha sido miembro de varios colectivos («Los Bichos», «Los Bestias», «Taller NN», entre otros). En sus propuestas, el diseño juega un papel primordial, desplazándolo en manifestaciones como instalaciones, escenografías para conciertos de rock subte (en Acho y en la «Carpa Teatro» del puente Santa Rosa) y obras bidimensionales, caracterizados por emplear indistintamente la pintura, la serigrafía, la fotocopia, el diseño e impresión digital, el video y la fotografía.
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Los datos sobre Alfredo Márquez fueron proporcionados por el historiador del arte Juan Peralta.
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EL SOBRE ABIERTO DE ALFREDO MÁRQUEZ

Alfredo Márquez presentó su portafolio de trabajo plástico en «La Culpable» (Barranco). Su conocida trayectoria, al menos para las personas relacionadas con el circuito de arte local limeño, desanimó a algunos conocidos míos de asistir. Pensaban que no habría sorpresas, lo cual puede tener que ver con un pensamiento a veces generalizado acerca del llamado "arte político".

Pero ayer había que estar ahí.

Había que ver el comienzo de su carrera, juntando cañas, piedras, maderas y armando perecibles instalaciones alrededor de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Ricardo Palma en fotos tomadas sin la conciencia de la importancia del registro de la "obra", junto a amigos entusiastas que hacían lo que hacían por las ganas rebosantes de aprovechar los abundantes materiales de deshecho. La basura que la institucionalidad universitaria descartaba, los restos del orden reacomodados en los espacios que aún no estaban totalmente bajo el control de las autoridades. Lo que ejemplificaba lo que seguiría haciendo posteriormente a lo largo de los años, siempre en equipo y con atención a los puntos flacos de los mandamases.

Recordando cada cierto rato lo (lamentablemente no tan) inverosímil de estar bajo el gobierno de Alan García otra vez, Alfredo nos hacía confrontarnos con imágenes de los jóvenes subtes limeños en los 80 y su relación con algunos artistas, que improvisaban para ellos escenarios con materiales reciclados. Como él decía, nada estable ni aparatoso, sin ningún logo de gaseosa impreso. De una época en que, viéndolo desde ahora, parecía que ni los íconos ni las palabras habían sido tan usadas y cada quien se sentía libre de hacerlo, sin pensar en la posible ingenuidad o carga de pretensión de su uso.

Mientras recordaba mis primeros conciertos punk, alrededor de 1995, cuando Alfredo ya había tomado algunas decisiones ideológicas y estéticas más precisas, alejándose un poco del anarquismo e ímpetu irreflexivo inicial, me preguntaba qué pensaría él de esos conciertos y de los otros tantos que he podido ver en los últimos doce años, con nuevos y no tan nuevos actores y entusiasmos distintos.

Sobre todo me hacía preguntarme desde cuando (qué edad, qué año, qué época) se perdió el derecho a ser ingenuos, o tomamos distancia de la inocencia (o al menos pretendemos hacerlo, acción que en sí conserva bastante de inocente). Pensaba en mis amigos alrededor y lo diferentes que son nuestras ganas de hacer cosas en relación a aquellas. En cómo manejamos nuestras ganas de abrir espacios, de cambiar formas de vestir o bailar porque parece más cercano que cambiar formas de votar y al mismo tiempo pensaba en nuestra racionalidad: preguntándome en qué momento se hizo grande la autoconciencia de la posibilidad comunicadora de cada pequeña acción, gesto, palabra, en cuánto nos frena ese análisis constante y en lo que también tiene de bueno. En lo triste de sentir desconfianza de expresiones sencillas y en lo complejo de la necesidad de encontrar unas propias (¿cómo decir ahora "prohibido prohibir"?).

En la responsabilidad que nos da lo que sabemos, lo que hemos aprendido y que nos distancia de nuestros coetáneos que parecen eximidos de este pensar dos veces antes de hacer, entregados sin culpa ni miedo a la música y ropa de moda, a la fascinación del espectáculo, a cierta inconciencia en el consumo.

La experiencia de estar ahí era intensa, además, por la constante confrontación que buscaba Herbert Rodríguez con sus preguntas: reabrir heridas acerca de las posible filiación terrorista de un amigo de Alfredo o simplemente recordar la imposibilidad de tener claro de qué bando se estaba, y pensaba en mis papás, jóvenes izquierdistas de los 70, y en los modos en que cada uno asume el cerrar esas heridas o el dejarlas latentes, como una agonía pequeñita, incurable pero a la vez motivadora. Herbert hacía hincapié en la incapacidad de los presentes de imaginar lo vivido entonces por nuestra situación privilegiada como espectadores de esa exposición, es decir, como productores y consumidores del arte local: "élite cultural" y por momentos se hacían (inútiles a mi parecer) reclamos sobre la falta de poder representacional del arte "oficial" a las causas colectivas, que Alfredo contestaba sinceramente, dejando la pelota en la cancha de cada uno, en nuestro compromiso particular con el contexto y la necesidad de una búsqueda honesta de traducción de ideas en acción de acuerdo a cada interés o capacidad personal.

Me mantuve casi aguantando la respiración en varios momentos y no hablé cuando Rai nos sugirió a los más jóvenes que comentáramos lo que nos tocaba de lo visto porque tenía demasiadas ideas y sensaciones encontradas. Agradecí la revisión de las imágenes tomadas por Márquez de la prensa local para buscar dignificar una y otra vez a los afectados por la violencia política por recordarme el potencial dentro de cada foto, de cada periódico y otra vez el temor a la sensación de no poder usar algo por su supuesto abuso mediático, pero que en realidad confronta nuestra flojera o comodidad de pensar que no vale que sea usado pues "ya todo se ha vuelto panfleto".

Al final, lo que más me emocionó fue escuchar a Alfredo hablar del amor como motor principal de su trabajo (viéndolo como la causa principal para buscar la dignificación de alguien o algo), palabra poco mencionada en situaciones que involucren al "arte político".

Eso sí era inédito... Y pensar que salió como respuesta a una pregunta que me pareció absurda cuando la escuché, lo que era más coherente aún porque a lo largo de la noche vimos inteligentes resultados del reuso a lo dado por inservible por otros, a lo invisibilizado o considerado sobra.

Después de aquellas tres horas y media parecía casi absurdo salir a beber cervezas, pero al mismo tiempo necesitaba mucho estar con mis amigos... y la noche recién empezaba.

Fuente:
Te Conocí en un Bazar (blog), feb. 2 de 2007.

sábado, 26 de julio de 2008

COMENTARIO SOBRE «CAÍN Y ABEL» EN UN BLOG DE HISTORIA (por JORGE MORENO)

En la San Marcos de mi época, el rock estaba
bien para divertirse, no para investigarlo y
mucho menos para historiarlo”.

Hace algunas semanas tuve el gusto de leer en «El Reportero de la Historia», blog del historiador y periodista Jorge Moreno Matos, una generosa reseña sobre el trabajo que venimos realizando en el «Caín y Abel».

En su texto, el autor recuerda las limitaciones impuestas hasta hace algunos años al trabajo de los historiadores jóvenes –se refiere en particular a los sanmarquinos–, los cuales se hallaban bajo un contexto político e ideológico adverso a la libertad de elección de sus temas de investigación. Reinaba por entonces la historia social, disciplina que en sí misma no tenía ni tiene nada de malo salvo cuando es concebida como el arma que obligatoriamente debe empuñar todo aquel historiador que se sienta realmente comprometido con la urgente problemática social peruana. Los prejuicios académicos e intelectuales eran mucho más fuertes por aquel entonces: el resto de disciplinas debían obviarse, pues nada aportaban al esclarecimiento de las luchas populares del pasado ni, mucho menos, legitimaban el curso seguido por las actuales.

Visto desde esa perspectiva, es muy cierto que el presente proyecto hubiese sido calificado de «sacrílego», de "tiempo socialmente necesario" en desperdicio y, quien esto escribe, “hubiese sido expulsado del paraíso de Sociales” o quizá sometido a escarmiento «popular» (forma de paliza que de popular no tenía nada).


Comentario de JORGE MORENO

Hubo una época en mis tiempos de estudiante que había mucho prejuicio en abordar ciertos temas o utilizar cierta metodología en lo que debía investigar un historiador comprometido con la realidad de un país que atravesaba por un conflicto interno tan agudo que recién hoy estamos conociendo las verdaderas dimensiones y alcances del mismo. Un conflicto además que se podía auscultar plenamente en la San Marcos de los 80. Todavía recuerdo, en ese sentido, la intervención furibunda de un compañero en una clase denostando terriblemente la inutilidad de un libro (que no había leído) sobre 'La historia del beso' publicado en francés recientemente. En el fondo era el temor de caer en la tentación de prestar demasiada atención a las 'modas' que venían de afuera y que tuvo como consecuencia la abundancia de investigadores e investigaciones de historia social sobre casi siempre los mismos temas, generalmente coloniales. Me parece que si no nos atrevimos a más fue porque estaba mal visto, había que seguir con la mita, la estructura o protesta colonial.

No he podido menos que recordar todo esto leyendo Caín y Abel. Los archivos del Rock Subterráneo (1983-1992), un trabajo emprendido por un joven historiador de San Marcos (Sid Misious) que en aquella época hubiera resultado sacrílego y él, quien sabe, hubiese sido expulsado del Paraíso de Sociales. En la San Marcos de mi época, el rock estaba bien para divertirse, no para investigarlo y mucho menos para historiarlo. Y que conste que lo dice quien no tiene el mínimo aprecio o gusto por el rock, en cualquiera de sus variantes (¡qué viva la salsa!).

He escrito esta larga introducción porque hoy un trabajo como éste resulta no sólo nornal, sino incluso es celebrado y bien recibido, sobre todo si se ha abordado con un correcto planteamiento y una acertada metodología como es su caso (su Presentación es toda una declaración de principios y un ejemplo de cómo se plantea un tema novedoso para su investigación histórica). Pero parece ser que todavía subsiste el prejuicio de que hay temas que no merecen ser abordados por un historiador profesional. Es esto o es parte de la cultura 'subte', que no conozco muy bien, que su autor o autores se escuden en seudónimos cuando debieran presentarse en sociedad, sobre todo con trabajos como éste. Sus páginas son de lo mejor que he leído los últimos años sobre el tema y a ser tomada muy en cuenta en cualquier recuento historiográfico que se haga en el futuro. Como dije líneas arriba, para un profano en estos temas su lectura ha resultado una verdadera revelación y me ha hecho sentir más (verdadero) respeto por esta manifestación cultural e, inevitablemente, sentir nostalgia por los años perdidos. ¿Qué otros temas y asuntos dejamos pasar por puro prejuicio o pudor? Se me viene a la memoria, por ejemplo, Julio Cousteau. Pero esa es otra historia.

Fuente:
El Reportero de la Historia (blog), jun. 24 de 2008.

viernes, 18 de julio de 2008

EL REGRESO DEL HIJO PRÓDIGO: breve entrevista a LEO SCORIA

El momento esperado por años finalmente ha llegado: Leusemia se presentará esta noche en el auditorio del Parque de la Exposición ante miles de fanáticos con su legendaria formación original, aquella de los años aurorales de la movida del Rock Subterráneo, entre 1983 y 1985. Anteriormente habíamos sido testigos de la reunión de tres de los miembros de la banda en enero de 1995, la primera, y en octubre del año pasado, la segunda, cuando Raul Montañez y Daniel F, dejando de lado los motivos que los mantenían alejados, deciden unirse nuevamente para alegría de todos sus seguidores. Esta vez, es Leo Scoria y no «Escoria», revisen documentos de época quien vuelve al Perú tras una muy larga estadía en las Europas, con la intención de grabar un nuevo disco junto a sus compañeros de juventud.

La celebración de esta noche recuerda no los 25 años de existencia de Leusemia, como repiten algunos incautos, sino el cuarto de siglo transcurrido desde su formación pues, como todos sabemos, la banda dejó de existir entre los años 1986 y 1994. Esperemos que la prohibición de llevar cámaras filmadoras, declarada en los afiches promocionales, anuncie la próxima aparición del DVD correspondiente a la actuación de esta noche pues, creemos, no hay derecho de privarnos a todos de un video histórico que, con todo derecho, le pertenece, desde ya, a la historia del rock peruano.

La entrevista que viene a continuación, realizada por José Gabriel Chueca, fue tomada de la edición de hoy de un diario de circulación nacional, la cual, a pesar de no estar dirigida a un público «leusémico», punk y mucho menos subte, tiene el valor de contribuir a la construcción de la imagen que el público común y corriente se hace del rock nacional heredero de la movida subterránea ochentera.


LEO SCORIA: "HE PROBADO TODO Y NADA
TIENE SENTIDO, TODO ES ABSURDO"


"A mí me jodían mucho en el colegio. Era un huevón. Y hasta ahora soy el mismo huevón. Por medio de un amigo del colegio uno de los pocos con los que podía hablar conocí esta onda de grupos nuevos que se paraban y se pintaban los pelos y hacían esta música violenta y directa. Eso me gustó del punk”, cuenta Leo Scoria.

-¿Cómo supo de Daniel F?
Un hippie que vivía al frente de mi casa y que sabía qué música me gustaba, me presentó a otro hippie que conocía a Daniel (F), que vivía en la Unidad Vecinal. Por ahí salió su teléfono, lo llamé, me invitó a su casa y hablamos.

-¿Cómo eran estas reuniones?
Teníamos 17 o 18. Daniel era un tipo extraño porque no tomaba, no salía y casi no hablaba. Yo era todo lo contrario. Por suerte estaba su hermano, Kimba, que era más o menos como yo: gritón, juerguero. Ellos ya habían grabado un caset, en su cuarto, con una guitarra eléctrica y unos tachos de basura. Daniel me lo puso y yo dije “es la cosa más bacán que he escuchado, quiero tocar con ustedes”. Y me aceptaron.

-¿Recuerda la primera presentación?
Fue en la «Caverna Rock», en el centro [de Lima], subimos después de Up Lapsus. ¿El público? Me acuerdo que por ahí se quitaban, unos volvían, otros gritaban, otros decían “oe, qué bacán”. Pero yo tenía la mente un poco anulada. Me dieron unos retortijones, como de diarrea, pero fue falsa alarma (ríe). Tenía miedo que nos sacaran la mierda. Es la verdad.

-Usted era el punk del grupo. Escribió "Rata sucia" y "Extinción". [Daniel] F es más lírico.
Daniel era más poeta, como ahora, un trovador. Pero estábamos juntos. Sin embargo, yo nunca hubiera seguido tocando lo que hicieron después de que me fui porque no era mi camino.

-¿Qué sentía al ver a los chicos poguear en la nueva escena subterránea?
Era lo máximo. No era que pensáramos que éramos estrellas. Era que, finalmente, hacíamos entender a la gente que podía hacer lo que quisiera. Como siempre estaba borracho y drogado, más por pepas que por huiros y esas cosas, me daba cuenta de poco, me lo contaban todo. Pero seguía. Puedo ser juerguero pero, a la vez, soy deprimido, triste. Me suelo esconder. Prefiero dormir que hacer las cosas. Nunca he pretendido decirle a los demás qué pensar. Solo digo lo que yo pienso.

-¿Por qué se fue del Perú?
Nunca he planeado nada. Leusemia era una cosa del momento. Y era bonito. Pero tuve la oportunidad de largarme estaba asado en Lima. Tenía una enamorada que se fue a Londres y que me llamaba y me invitaba. Junté plata y me fui. Y, allá, ella me mantenía. ¿Qué más podía pedir? Pero me botaron de Londres. Felizmente pude ir a Italia. Si hubiera regresado en ese tiempo, me hubiera suicidado.

-Vive allá desde el 87. ¿Cómo le ha ido?
Trabajo en escenografías porque me gusta pintar. En paralelo seguí con la música, experimentando. No más tradicionalismo del punk –que me da asco– sino minimalismo total. Tuve un grupo, Circus Joy, y llegamos al extremo del extremo, hasta que me aburrí, me deprimí –siempre me deprimo de todo– y me puse a hacer sonido en una casa ocupada. Pero ya lo dejé. Estoy en mi casa, tengo mi piano, una batería electrónica, haciendo una cuestión mía.

-¿Casado? ¿Hijos?
A mí no me hablen de eso. Son falsedades. He vivido con chicas y todo. Ahora he encontrado una chica brasilera por suerte no es italiana con su hija. Somos una pequeña tribu. La pasamos requetebien. Mi hijastra así la llamo- es más metalera que yo, con 14 años.

-¿Cuál es su relación con el Perú?
Al comienzo me daba asco, me quería ir –igual que Roma ahora, me quiero ir–. Y el Perú no es que sea mi tierra, ni que crea en la patria –no creo en nada ni en nadie– pero hay un olor, el olor del aire: me quita el dolor de cabeza que tengo todos los días (se toca la nuca).

-¿Qué tal la invitación de Leusemia?
Esperaba que me pusieran el Sheraton, con chicas calatas, pero no. Es una desilusión (se carcajea). Estoy en un hotelito en Barranco. Pero me divierto, principalmente porque estoy más asado que nunca y regreso a mis raíces con más fuerza que antes, porque en estos años he descubierto lo que es el mundo, la vida, los ajetreos, las mafias... Volver con Leusemia es como si regresara al 85. No he cambiado, lo juro, nada. He probado de todo y, para mí, no tiene sentido alguno. Todo es absurdo.

AUTOFICHA
"Nací en Lima, en el 65. Crecí entre Lince, Jesús María, Pueblo Libre y Miraflores. Estuve en el Franco Peruano. Traté de estudiar geometría en una academia por Canal 5. Somos cinco hermanos. Mis viejos se peleaban todo el día... teníamos problemas económicos. Estuve con Leusemia el 84, 85, 86. Desde el 87 vivo en Roma. Tuve un grupo, Circus Joy, ahí tocaba percusión: latas, barriles, fierros viejos. Escribo mucho pero para mí. Hace dos años, en un incendio, perdí mi casaca del 85".

Fuente:
Perú 21 (Lima), jul. 18 de 2008, págs. 14-15 (ed. electrónica). La fotografía fue tomada de la misma edición del matutino.

domingo, 13 de julio de 2008

LA FINAL DEL CONCURSO DE ROCK NO PROFESIONAL EN LA REVISTA «TELE GUÍA» (1987)

Hacia mediados de la década del 80, la revista peruana de espectáculos por excelencia era, indudablemente, Tele Guía. Por sus páginas desfilaban los integrantes de nuestra farándula chola: actores de teatro y televisión, vedettes, cantantes de todos los géneros y, por supuesto, las bandas de la escena de rock comercial. Aunque muchos no lo recuerden, o no quieran recordarlo, también aparecieron ahí algunas reseñas dedicadas al Rock Subterráneo, como la que presentamos en esta ocasión.

Tomando como excusa la final del 1er Concurso Nacional de Rock No Profesional, el anónimo autor de la nota reflexiona brevemente sobre el desarrollo y crecimiento de la movida subte, aunque llega a confundirla con la movida del heavy metal como si se tratara de un solo movimiento; la escena del metal banger, en la que terminaron incorporadas de facto muchas bandas subtes a inicios de los 90 por un elemental instinto de supervivencia, aun no existía. El optimismo apreciado en el texto duraría muy poco pues, como sabemos, fue durante el Concurso organizado por la revista Esquina que el Rock Subterráneo alcanza su más alto pico, viéndose afectado, en lo sucesivo, por la crisis económica hiperinflacionaria del primer gobierno alanista y sufriría las consecuencias de sus propias divisiones internas. Pero esa es otra historia.

EL GRITO FINAL

Muchas cosas quedaron aclaradas el sábado 10 de octubre en la final del Primer Concurso de Rock No Profesional realizado en el Campo de Marte y que dio como ganador a Voz Propia: que el rock subterráneo ha evolucionado dejando atrás el pésimo sonido ofrecido por ellos durante mucho tiempo; que los músicos han avanzado kilómetros como tales; que los estilos que transitan por esa corriente aumentan en cantidad y calidad; que dentro de esas corrientes la que más adeptos congrega es el rock pesado; que en un futuro no muy lejano los subtes “gozarán” de los “privilegios” que otorga la difusión radial y los conciertos multitudinarios y que, pese a esto, ellos siguen en un obcecado y ciego enfrentamiento con algunos rockeros locales como Río, Feiser y Danai, tildándolos de “enemigos” y tirando por tierra lo antes mencionado. Que la meta final y los caminos empleados para llegar a ella sean diferentes en algunos puntos no les otorga el derecho de crear un ambiente hostil en el rock local y que, lamentablemente, proviene de ellos mismos.

Fuente:
Tele Guía (Lima), 1987.

miércoles, 9 de julio de 2008

FRANKLIN JÁUREGUI Y EL «1er CONCURSO NACIONAL DE ROCK NO PROFESIONAL» (1987-2007)

Contando con el auspicio económico de la Telefónica, el Primer Concurso de Rock Inter-Universidades «Terra Rock 2008», que duda cabe, se ha convertido en el concurso de rock de la presente década. Conviene recordar, sin embargo, otro concurso, el más importante que ha visto el Perú hasta el día de hoy, el mismo que, dos décadas atrás, tuvo el mérito de convocar a bandas de todo el país y de abarcar los estilos musicales mas diversos, la mayoría de los cuales se veían casi completamente excluidos de la programación radial de la época.

El «Primer Concurso Nacional de Rock No Profesional» fue organizado por el «Tallerock», colectivo dirigido por Luis Cornejo, José Peralta y Franklin Jáuregui, director éste último de la desaparecida revista Esquina. Con el auspicio de firmas comerciales infinitamente menos poderosas que la transnacional española, los organizadores consiguen pronto la inscripción de no menos de 120 grupos, los cuales se enfrentan durante varios meses seguidos en la hoy legendaria discoteca «No Helden», quedando doce finalistas quienes disputaron una gran final, frente a miles de asistentes en la Concha Acústica del Campo de Marte Pedro Cornejo llega a hablar de cuatro mil, cuyo resultado muchos objetaron.

Más que una polémica decisión por parte de los jurados, lo realmente cuestionable fue el hecho de que las bases del concurso no consideraran una premiación por géneros musicales. ¿Cómo elegir a la "mejor banda" entre algunas de las mejores agrupaciones peruanas de post punk (Voz Propia), heavy metal (Orgus), hardcore (G-3) o punk (QEPD Carreño) de los 80? Más allá de eso, el concurso no hizo sino reflejar la gran importancia alcanzada por la movida del Rock Subterráneo frente a la mediocre escena de bandas comerciales –con algunas pocas excepciones–, pues los subtes figuraron en gran número entre los grupos participantes, contándose entre ellos a varios que han dejado una huella permanente en la historia del rock peruano. Subtes fueron, también, tres de los cinco grupos finalistas, de donde han salido además dos de los quince músicos incorporados como miembros del jurado del concurso organizado por la Telefónica, es decir, Miguel Ángel Vidal (Voz Propia) y Gonzalo Farfán (G-3) junto a Daniel F y Pipe Villarán, en una especie de reconocimiento y homenaje al concurso de 1987 que debe ser aplaudido.

Han tenido que transcurrir veintiún años para que otro concurso alcance un nivel de organización semejante. Sólo el tiempo dirá si alcanzará, también, su misma trascendencia histórica. Los textos que vienen a continuación fueron preparados por Jáuregui poco antes antes de concluido el concurso, el primero, y conmemorando los veinte años del mismo, el segundo.



1er CONCURSO NACIONAL
DE ROCK NO PROFESIONAL

En un país como éste, donde todo se improvisa y termina haciéndose mal. Donde los antecedentes en cuanto a concursos de toda índole son más que desastrosos, y de rock ni hablar porque no existen excepto uno que otro intento, que no llegaron a buen fin. En un país donde las argollas y la coima controlan todos los medios de comunicación, donde el cabe y la serruchada no se hacen esperar ante cualquier despunte de renovación y cambio; es más que una hazaña lo que han logrado los gestores y productores del evento.

La organización del concurso estuvo a cargo de gente joven y con el deseo de aportar algo a la música hecha en el Perú. Luis «Fanfani» Cornejo, José Peralta G. y el equipo de TALLEROCK consiguieron inscribir 120 grupos de todo el país antes de iniciar las eliminatorias. Esto a primera impresión puede sonar a broma, es en todo caso algo impresionante y al cierre de esta edición habremos visto transcurrir las 12 fechas eliminatorias y actuar a la totalidad de los concursantes, que han hecho derroche de entusiasmo y en muchos casos calidad. Sin haber parado ni un solo domingo, se ha dado inicio a los cuartos de final con los 48 grupos clasificados. Sólo 24 llegarán a las semifinales y 12 a las finales, donde entregarán importantes premios ofrecidos por exclusivas firmas comerciales.

Para la final se espera batir récord de asistencia para un evento local y ésta será efectuada en un lugar grande y adecuado, que aún está por designarse. En cuanto a la calidad del sonido y el peligro de perder el control del mismo, hay que mencionar la eficiente labor que están realizando los técnicos de sonido, quienes han logrado mantener un buen nivel de trabajo, lo que significa igual condición para todos los concursantes.

Las expectativas que se vienen generando a raíz de este evento son cada vez mayores. El auditorio HELDEN, vecino al club rock NO HELDEN, en varias fechas ha estado totalmente lleno.

Los grupos fueron separados por estilos y una sorpresa fue la afluencia de público en las fechas de heavy metal, que dieron muy buenos clasificados. En el camino han quedado otras buenas bandas que por nervios, mala suerte o por estar dentro de una serie muy difícil, no lograron sonar tan bien como en sus ensayos y por lo tanto quedaron descalificados; pero, es ahora cuando más deben tomar en serio su vocación y dedicarse a tocar y crear.

Estos cuartos de final están realizándose todos los domingos a partir de las 7:00 p.m. en la esquina del jirón Chincha y la avenida Garcilaso de la Vega (antes Wilson) en Lima. La mejor forma de ayudar y apoyar al nuevo rock nacional es asistiendo para alentar a estos jovenzuelos que paso a paso están avanzando en este difícil concurso.

A los clasificados les deseo suerte y ya estaremos informando del desenlace de este primer concurso nacional que además de ser emocionante, ha despertado del letargo a toda esa gente que está aportando algo a este joven movimiento rockero, que está tomando un impulso que nadie sabe hasta dónde podrá llegar.

GRUPOS CLASIFICADOS

1 (12-07-87)
Paralelo AB
Salón Dadá
Los Cardenales
Voz Propia
Radio Fantasma
Ultimátum
Los Caballeros
Visión

2 (19-07-87)
QEPD Carreño
Eutanasia
G-3
Luxuria
Flema
NN
Se Busca
La Resistencia

3 (26-07-87)
Mai Mai (Trujillo)
Jerusalén
Tubo de Escape
Estado Crítico
Almas Inmortales
Iunix
Plexo
Simbiosis

4 (2-08-87)
Diario
QEPD
Nepz
Cadena Perpetua
Generación Espontánea
Terry Jeans
Video Cuadro
Apocalipsis (Ayacucho)

5 (9-08-87)
Alternos
Anubis
Orgus
Axis
Dharma
Nexo
Cross
Cuarto Viviente

6 (16-08-87)
Anexo’s
Stop (Pisco)
BJR
Guetto
Allen Band
La Luna
Totus
Ligero


VERANO DE 1987 Y LA NO HELDEN
PRIMER CONCURSO NACIONAL DE ROCK NO PROFESIONAL

Con este nombre tan largo, la revista Esquina y el «Tallerock» llevamos a cabo el concurso de rock peruano más importante de todas las épocas. Ya se habían organizado varios concursos pero todos tenían limitaciones, sobretodo de logística y buenos jurados. Fue entonces que en el verano del año 1987 nos juntamos unos amigos rockeros, bajo la dirección de Lucho Cornejo, José Peralta y quien les escribe esta nota, y decidimos organizar un concurso que marcaría época.

Lo primero que hicimos fue contactarnos y alquilar la legendaria discoteca rock «No Helden», ubicada entre la calle Chincha y la avenida Wilson en el centro de Lima, e inscribimos en este concurso a todos los grupos nuevos de rock que aun no tuvieran grabaciones ni presentaciones profesionales. La convocatoria la realizamos mediante la prensa, la radio y afiches que pegamos en todo el Perú.

La revista consiguió importantes auspiciadores y premios, y con los equipos de José Peralta empezamos la etapa de eliminatorias, todos los domingos durante cinco meses continuos. Y esto debido a que se inscribieron 120 grupos de todo el Perú, los cuales fueron agrupados por estilos en grupos de doce, de los que clasificaban seis cada domingo y así, sucesivamente, hasta quedar con doce finalistas que se presentaron en un súper concierto ante aproximadamente diez mil personas en la Concha Acústica del Campo de Marte de Jesús María, en un sábado de octubre de ese 1987.

El grupo ganador fue el post punk de Voz Propia, segundo los metaleros de Orgus, tercero los rock fusión de Diario, cuarto los hardcore punk de G-3 y quinto los QEPD Carreño. Luego quedaron, más atrás, Almas Inmortales, Cadena Perpetua, Luxuria, entre otros. El jurado siempre estuvo conformado por gente entendida en la materia, músicos profesionales y comunicadores como Hellen Ramos, Oscar Guerra, Pepe Fumarola, Paul Hurtado de Mendoza, entre otros conocedores de la escena local. La asistencia del público siempre nos acompañó domingo a domingo y sobretodo en la final, como ya les comenté, y así la revista Esquina logró sacar adelante uno de sus eventos que más satisfacciones le dio.

Algunos de los grupos que destacaron pero que no pudieron acceder a las finales por diversos motivos, fueron: Se Busca, con un chiquillo Rafo Ráez a la cabeza; Oxígeno (Ayacucho), que fue uno de los favoritos que no pudieron viajar a Lima para la final; Flema, Lima 13, Feudales, Tubo de Escape, Plexo, Estado Crítico, Dharma, Radio Fantasma, Mai Mai (Trujillo), Stop (Pisco), Apocalipsis (Ayacucho) e, incluso, un grupo de puras chicas llamado Iunix si mal no recuerdo (para más información busquen las ediciones de la revista Esquina número cuatro, que tiene al grupo francés Cyclope en la carátula, y la edición número cinco, que tiene a U2 en la carátula).

Fuente:
Esquina (Lima), Nº 4, págs. 38-39, 1987; Revista Esquina (blog), jul. 19 de 2007.